martes, 8 de octubre de 2013

Cuando yo no salto, salta usted.

"Ahora, 
cuando subo al coche
me acuerdo de ti. 
Cuando enciendo la radio 
y suena Q.
El caso es subir.
El volumen.
La radio.
Contigo.
No sé si me entiendes.
Yo siempre he sido de bajar, 
y de ir.
No de llegar y llegar.
Y qué bonito es llegar 
cuando hay alguien que te dice VEN."



Hace tres días
que no me corro con tu voz
y en ella.

Te estoy arrojando, sin merecerlo,
silencios ante palabras tiernas.
Y toda tentativa de auto ayuda es limitada,
escasa,
nula.

Como si no lo hubiéramos expuesto ya todo
sin mediar palabra.
Como si no interpretáramos,
intuyésemos,
que hay pactos,
versos y reglas
que no necesitan ser escritos
para incumplirlos cada noche
por alusiones directas.

Siempre reapareces.
Con las ganas instaladas,
la radio puesta,
las defensas diminutas
y un ejército de latidos
(que cada vez son más patadas).

Consigues que me redoblen
tanto
tanto
las piernas
que no me quedan ansiedades
ni ganas
de otra huida.

Diría lo mismo
si me lo pides
de otras mil formas:
Ya no me quedan fuerzas
en las extremidades inferiores
para huidas
de tantos temblores.

Te tiemblo, te temo,
porque me has tocado
sin tocarme
más de lo que muchos me han tocado
tocándome.

Trato, inútilmente, de enmendarlo
resistiendo hasta el domingo sin haberme vuelto cuerda.

Sin querer
queriendo
evitar
evitarlo.


"-Tú tienes que tener una parte de mí.
Para poder explicarlo todo.
Seguro que me has quitado algo de mí
y te lo has quedado.

Quiero
verte."

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